Hugo Chávez, 1954-2013

Note: Several people liked my Hugo Chávez obituary. Loyal reader Liz went through the painstaking effort of translating it into Spanish, so I’m posting it, in case someone...

Note: Several people liked my Hugo Chávez obituary. Loyal reader Liz went through the painstaking effort of translating it into Spanish, so I’m posting it, in case someone wants to have it. I’m glad you liked it. And thanks Liz.

Queridas Melanie, Natalia, y Cecilia,

Les escribo esto en una soleada mañana de finales de otoño en Santiago. Ustedes salieron con su mamá para hacer diligencias y, como ha sido habitual en los últimos nueve años más o menos, estoy sentado frente a mi computadora, canalizando mi nostalgia al escribir sobre el lugar donde nací.

Hace algunos años, antes de que ustedes nacieran, un hombre llamado Hugo Chávez fue elegido presidente de Venezuela. Los países eligen diferentes personas todo el tiempo. Algunas de estas personas son buenas, algunas malas, por lo que esta primera elección de Hugo Chávez en sí misma no parecía tan importante en el papel. Los presidentes van y vienen.

Pero todos sabíamos. Todo el mundo podía sentir que este hombre, esta elección, lo cambiaría todo.

Yo estaba en el aeropuerto de La Chinita en Maracaibo una mañana, justo después de esa elección, antes de que ustedes nacieran, y decidí comprar un ejemplar de un libro verde que actualmente se encuentra en nuestra biblioteca, llamado “Habla El Comandante.” Su abuelita, Uky, estaba conmigo. Cuando vio lo que había comprado, me cuestionó como sólo las madres pueden. “¿Por qué gastaste dinero en esa porquería?”.
“Porque”, respondí, “algún día voy a tener que explicarle a mis hijos quién es Hugo Chávez”.

Ese día es hoy.

La primera vez que oí hablar de Hugo Chávez, fue un día que ninguno de los que lo vivimos olvidará jamás. Era 1992, yo tenía 21 años y estaba en la universidad. Venezuela, un país bendecido por Dios con las inmensas bondades del petróleo, había estado viviendo durante años de la riqueza fácil que mana de la tierra.

Pero como suele suceder con el dinero fácil, nos habíamos olvidado de que nada es gratis. Su mamá y yo les hemos dicho muchas veces que la única manera de superarse a sí mismo y mejorar a la sociedad, es a través del trabajo duro y el ingenio. En Venezuela, en 1992, nos habíamos olvidado de esto, y el país se encontraba en un grave problema – el dinero del petróleo no era suficiente, la gente no estaba contenta, y los políticos a cargo no estaban escuchando lo que quería la gente.

Temprano, una mañana de febrero, un grupo de soldados decidió que era hora de cambiar al Presidente –con el uso de tanques, aviones y armas. Una gran pelea estalló, mas no tuvieron éxito. El líder de ese grupo de soldados era Hugo Chávez.

Como toda la pelea se fue terminando, el gobierno decidió poner a este hombre –Chávez- en la televisión en vivo, para que les dijera a sus compañeros de armas que se rindieran. Chávez hizo eso, exactamente, pero también prometió que continuaría luchando por sus metas. Dijo “Compañeros: Lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados”.

Por ahora.

Esa aparición suya en la TV, que duró poco más de un minuto, definiría la historia de Venezuela durante los próximos veintitantos años.

El nuestro era un país aparentemente sin timón, pero aquí estaba este hombre fuerte, joven, mestizo, hablando con voz profunda de barítono, en perfecto español, compartiendo con el pueblo sus metas y sus sueños. Al comprometerse a continuar avanzando en sus objetivos, a pesar de admitir su fracaso, ante una derrota aparentemente lapidaria, mostró más compromiso, más humanidad que la mayoría de los mortales hace en su vida. Mucha gente vio eso, y quedó impresionada.

Después de eso, él raramente apareció en la televisión. Lo metieron preso por un tiempo, y luego lo pusieron en libertad. El país continuaba en una espiral descendente, hasta que llegó el año 1998.

Por unos cuantos años antes de esto, Chávez recorrió todo el país haciendo campaña luciendo un liqui-liqui azul (un traje típico venezolano que nunca me verán puesto), diciendo que la gente no debería ni siquiera molestarse en ir a votar. ¿Saben cómo a veces ustedes están cansadas y algo las embarga y comienzan a tirar las cosas? Hemos hablado de ello, y sabemos que lo hacen porque están tan bravas, que simplemente quieren llamar nuestra atención y harían cualquier cosa para conseguirlo.

Algunos adultos, cuando llegan a enojarse realmente, creen que la mejor manera de lidiar con esto es alejarse, y no participar. Se llama “abstención”, y al hacerlo su esperanza es convencer a mucha gente para que no haga presencia como una manera de protestar, de hacer ver su punto de vista, de que las personas encargadas les presten atención. Eso es lo que Chávez quería expresar durante todos aquellos años: su ira ante un sistema injusto, y llamar la atención al respecto.

Pero al principio, su ira no fue compartida por muchos. El shock inicial de su repentina aparición en escena fue mermando, y fue seguido por la calma de los años de Caldera, los últimos suspiros de toda una forma de hacer política. La gente estaba molesta por la forma en que las cosas estaban marchando en el país, sí, pero no habían llegado a un punto de ebullición. Simplemente proseguían con sus vidas, esperando a ver si las cosas se solucionaban solas.

Entonces llegó 1998.

Chávez tomó el país por asalto en la última parte de su campaña. De repente, estaba en todas partes. Tenía una mujer joven y bonita a su lado, y abandonó los liqui-liquis para, ¡ejem! , usar los chalecos esos de los que siempre me burlo cuando se los veo a alguien. Hizo apariciones en la televisión asegurándole a la gente que no era el diablo como lo habían pintado, que venía para unir a la gente y resolver sus problemas, que no era anti-estadounidense.

No sabíamos.

La gente estaba ahora loca por él, y él se aprovechó de eso. Se montó en esa ola de apoyo popular e insistió en obtener poderes extraordinarios para reescribir la Constitución (como el libro de reglas básicas que tenemos en casa, pero para el país), despachar a todas las instituciones y rehacer a Venezuela a su imagen.

En el momento de su elección, ya yo no vivía en Venezuela. Recuerdo haber oído acerca de su victoria en mi carro después de haber votado en contra de él, en el camino de Chicago hacia Ann Arbor. Una sensación de destino amargo se apoderó de mí. Me tomó muchos años quitármela de encima.

Unas semanas más tarde, estaba yo en Maracaibo y pude escuchar su discurso – ahora como Presidente Electo – en el Teatro Baralt. Recuerdo que me sentí hipnotizado por su talento político puro, sin parangón. El tipo simplemente derrochaba carisma. “Este hombre”, recuerdo haber pensado, “podría ser taaaan bueno … pero es taaaan malo”.
Durante su tiempo en el poder, hizo muchísimas cosas, pero la gran mayoría fueron malas. Mandó a gente a la cárcel sólo porque él lo deseaba. Gente muy mala comenzó a matar, robar y secuestrar a otras personas, y no hizo nada para detenerlos. Él se llevó cosas que no le pertenecían – fincas, edificios, empresas. Dijo cosas terribles de otras personas porque no le gustaban, o simplemente porque no estaban de acuerdo con él. Le mintió al país todo el tiempo – sobre la cantidad de dinero que teníamos, sobre las cosas que había hecho y, por último, sobre la enfermedad que finalmente lo mató. Natalia, una vez que me preguntaste por qué no me gustaba Chávez, y yo no te di una respuesta muy buena. Ahora te puedo contestar usando un término que puedes entender: porque era un bully.

Hizo algunas cosas buenas también – le regaló dinero a los pobres, y les hizo sentir que existían por primera vez. Pero para mí, todo lo malo que hizo sobrepasó con creces a lo bueno.

Pasé gran parte de la vida de él documentando estas cosas con un montón de mis amigos en las páginas de este blog. Espero que lleguen a leerlo alguna vez. Tal vez llegarán a hojear las páginas de nuestro libro. Pero más importante que comprender qué hizo Chávez, es entender por qué lo hacía, por qué se permitió que lo hiciera, y por qué – como nación – decidimos embarcarnos en este viaje.

La razón principal es la pobreza. A los venezolanos les gusta pensar que son asquerosamente ricos, y en algún grado, lo somos. Los recursos naturales que Dios puso en nuestra pequeña franja del planeta realmente se pueden contar como una bendición.

Pero, durante mucho tiempo, nos acostumbramos a vivir de lo que teníamos bajo la tierra, y no con el fruto de nuestro trabajo. La verdadera riqueza, ya ven, viene del trabajo duro, de encontrar formas de hacer las cosas mejor y de manera más eficiente, y no de dinero que simplemente nos cae en el regazo. Nos olvidamos de esto, así que cuando los recursos que teníamos bajo la tierra se hicieron menos valiosos, nos hicimos muy pobres. Y cuando nos empobrecimos, no encontramos a quién culpar, así que nos culpamos a nosotros mismos… y nos tiramos por un barranco.

Como país, no entendíamos qué tipo de sociedad somos, y cómo podemos ser mejores. Eso nos llevó a confiar en este desquiciado cuya vida terminó cuando su cuerpo se volvió en su contra.

Niñas, no estamos completamente a cargo de nuestro destino. Dios siempre tiene un plan para nosotros, y es a veces diferente del nuestro. Uno puede acumular todo el poder y todo el dinero del mundo, como Chávez lo hizo, y Dios nos lo puede quitar… así como así. Al final, nada de eso es importante para Él. Todo lo que importa es lo que hacemos con nuestros talentos, la cantidad del bien que hacemos.

Tal vez algún día ustedes puedan hojear este blog, sólo para tener una mejor idea de país de su papá, y de él. Espero que, cuando llegue ese día, entenderán lo importante que es mi país amado para mí, y espero que, también para ustedes. Espero que puedan entrever los valores que guardo en mi corazón, de manera que puedan entender la importancia de permanecer fiel a uno mismo, trabajando duro, y no dar nada por sentado. Y que aprendan de las lecciones contenidas en estos escritos, para que la historia no tenga por qué repetirse.

Mucho amor, y mantengan la fe,
Papá.