Memes y carteles contra el fraude y el gaslighting
Cuando nos robaron la victoria en 2024, me puse a diseñar para manejar mis emociones. No imaginé que se viralizarían muchas de las imágenes que hice en mi casa


La noche del 27 de julio de 2024, en Florida, me acosté a dormir prometiéndole a mi esposa, entre el nerviosismo y la esperanza en mi fuerza de voluntad, que no tocaría las redes sociales ni nada que tuviese que ver con mi país durante el día siguiente. En la mañana, apenas abrí los ojos, supe que me sería imposible cumplir esa promesa. Apenas pude empecé a escribirle a mi familia por WhatsApp para asegurarme de que estuviesen bien y de que ya hubiesen ido—o estuviesen por ir—a los centros de votación. Los sentí nerviosos pero contentos, de algún modo seguros de que sería al menos el comienzo del fin.
Mientras hacíamos el desayuno miraba el teléfono, ansiosa con el FOMO, como cada vez que ocurre un evento político en Venezuela. Las redes sociales nos han dado un sentido de comunidad a los venezolanos que estamos afuera, muy pendientes de lo que ocurre dentro, y en momentos como este se vuelven aún más cruciales para medio entender lo que va ocurriendo en tiempo real. Y digo “medio entender” porque ya después de estar fuera por casi nueve años, Venezuela es un lugar que me resulta ajeno e incomprensible, una realidad alterna que el chavismo creó, casi un episodio de Black Mirror.
Intentaba tener un domingo normal en casa, cocinar, lavar platos, doblar ropa, pero era imposible despegar los ojos del teléfono. Mi mamá me enviaba fotos reportando lo que veía en la cola para votar pero antes de ir ya había preparado una olla enorme de sopa para el resto de la pequeña familia, siguiendo una tradición creada por mi abuela, quien cocinaba lo mismo después de ser la primera de la casa en votar. En la tarde, me surgió la necesidad de empezar a descargar mi ansiedad “productivamente”, haciendo memes. Entre referencias queer y memes de internet pasados iba encontrando la forma de relacionar todo con cada tweet o noticia que leía. Todo esto mientras veían la transmisión en vivo en YouTube de VPITV. Era escuchar los comentarios, ver los reportes de los centros de votación y relacionar lo que veía con algún meme.
Reconocí a mi amiga Ariana González en una entrevista que le hicieron. Me enorgullece su temple y su claridad en mirar la situación de Venezuela, además desde una perspectiva de género. Con ella he trabajado como diseñadora, creando contenido en distintos proyectos en favor de los derechos de la mujer en el país y de las mujeres migrantes que son abusadas con frecuencia en la selva del Darién. Por supuesto, ambas admiramos a María Corina Machado por su compromiso para salir del chavismo.
Debo confesar que no entiendo mucho de política más allá de las cosas que leo y analizo día a día. Pero hace 25 años ya intuía que algo no estaba bien con Hugo Chávez. Recuerdo una conversación con mi mamá, antes de las elecciones de 1998, en que me expresó su preocupación por el exacerbado nacionalismo que Chávez mostraba, siendo nosotros inmigrantes colombianos. Años después, él mismo facilitaría para muchos inmigrantes, incluso de procedencia dudosa, la naturalización como venezolanos para ganar votos. Cabe acotar que a pesar de haber recibido este beneficio, que además nos permitió llevar una vida menos complicada en el país, nunca ningún miembro de mi familia votó por él ni ningún chavista, nunca, en ninguna de las 800 elecciones que hubo mientras el man estaba vivo.
Transcurría la tarde del 28 de julio, entre noticias y memes veneco-migrantes que iba creando como método de liberar tensión.
Le escribí a mi papá para que viniera a mi casa a comer y esperar los resultados de la elección. Quería que todos nos acompañáramos en cualquiera que fuera el sentimiento luego del anuncio. Con las horas, el nerviosismo aumentaba. Ya se empezaban a conocer las encuestas a boca de urna que daban como ganador a Edmundo González Urrutia. Mi papá se quedaba dormido a ratos viendo la televisión, mi esposa y yo seguíamos pegadas a nuestros teléfonos, ya derrotadas por la locura. Cuando a medianoche el rector del CNE dijo que Nicolás Maduro era el ganador, grabé un video del momento, en el que se escuchan las voces apagadas de mi papá y mi esposa expresando su decepción, y la mía gritándole MENTIROSO a Elvis Amoroso, esperando que me escuche.
Abracé a mi papá, que estaba sentado en el suelo. Lloré de rabia en sus brazos y él hizo lo que pudo por calmarme. De pronto, como un acto reflejo, me dio por sentarme frente a la computadora y empezar a crear una imagen para expresar mi propio descontento. Dicha gráfica fue posteada en Twitter a las 12:12 de la madrugada de ese amargo lunes. La imagen es la cara de Nicolás Maduro con un fondo azul eléctrico, incómodo y la palabra FRAUDE, en color blanco y letras bold repetida en vertical cubriendo casi todo el formato.
En ese mismo momento la imagen empieza a generar “likes” y “retweets” aceleradamente, evidenciando la cantidad de venezolanos que como yo, seguían despiertos e incrédulos por lo que acabábamos de oír. Crear esa imagen no me tomó más de 10 minutos, lo cual es rapidísimo dadas las condiciones y los procesos de diseño que a veces me toman horas. Mientras la imagen seguía generando reacciones, yo me nutría de material para crear más, buscando fotos de todos los personajes involucrados en este drama que pareciera no tener fin.
Al día siguiente no podía concentrarme en nada más que seguir creando imágenes. Necesitaba sacar lo que llevaba dentro y ponerlo fuera de mí para los demás; tal vez eso es lo único que buscan los artistas. El día de trabajo se me hizo amargo y pesado. Mientras en varias ciudades de Venezuela la gente protestaba con la certeza de que el gobierno había cometido fraude, empezaban a aparecer videos en redes sociales que intentaban corroborarlo. Los testigos de mesa subían fotos de las actas que tenían en la mano. María Corina, con una sonrisa, nos aseguraba a todos tener las pruebas contundentes de la derrota de Maduro y del chavismo. Metieron presa a mucha gente ese día, y mi angustia por mi familia aumentaba con cada noticia. Hacía mi trabajo por 20 minutos y continuaba creando imágenes que iba subiendo a las redes, conforme quedaban listas a mis ojos. Tuve que silenciar las notificaciones en mi teléfono porque cada imagen que subía generaba miles de reacciones al instante.
Al día siguiente supimos que los cuerpos de seguridad estaban revisando los teléfonos de las personas en la calle y llevándoselas presas si encontraban alguna evidencia de ser de oposición. Le escribí a mi familia en Venezuela para chequear que estuviesen bien y pedirles que me dejaran de seguir en redes sociales. Eliminé fotos con ellos en mis cuentas. Mi mamá, en un acto de valentía, me escribió: “hija, tú sigue haciendo tus imágenes”. En ese momento comprendí y se hizo más fuerte la necesidad de seguir protestando de esta manera. En el momento en que se les cortaba aún más a los venezolanos en el país la libertad de expresarse contra el fraude electoral, surgían personas como yo queriendo amplificar la voz de millones.
Decidí un día cambiar mi foto de perfil en mis redes sociales para continuar con la labor. Firmé todas las imágenes como “Sh.” para ocultar mi nombre real. Me daba risa cuando leía a una persona preguntar quién hacía esos “edits”, ¿será que ahora así le llaman los jóvenes al diseño?
El 4 de agosto, en medio del alboroto electoral, alguien me escribió en Twitter pidiéndome ayuda con la creación de un póster para convocar a una concentración en La Carlota. No respondí. No sentía que fuese buena idea divulgar contenido de ese tipo en un momento en que el gobierno de Maduro estaba secuestrando gente por pensar distinto. Aunque me negué a hacerlo, me quedó clara la necesidad que tenían los venezolanos de que alguien los ayudara a decir cosas sin poner en riesgo sus vidas. En una de las imágenes que hice tomé datos del Foro Penal, que llevaba registro de las personas encarceladas por la dictadura. Para el primero de agosto, apenas 4 días después de que se conocieran los resultados y empezaran las protestas, había 711 personas detenidas.
Una de las imágenes que más “controversia” y por ende interacciones generó, fue una que decía “stop explaining Venezuela to Venezuelans”.
Cada vez que pasaba algún acontecimiento político, aparecía alguien de afuera tratando de explicar o justificar las acciones del chavismo, como si lo hubieran vivido, como si supieran lo que es y ha sido vivir con el chavismo persiguiéndote, vivas o no en el país. Esa imagen resonó con miles de personas, incluso con quienes se oponen, en muchísimos casos con razón, a la intención de los venezolanos en el exilio de influenciar a los votantes en los países donde ahora residen.
Conforme pasaban los días y la represión arreciaba en Venezuela, más gráficas denunciando al chavismo se creaban. Diferentes artistas, diseñadores, ilustradores y caricaturistas como Edo y Pinilla, entre otros, se sumaron. El 9 de agosto, Nicolás Maduro decidió bloquear Twitter en todo el territorio nacional. La gente en Venezuela encendió entonces sus VPN para poder conectarse y seguir informada. Sin duda, la expresión artística, las metáforas que se usan para ejemplificar, ayudan a un mejor entendimiento e incentivan la reflexión y la conversación. No sé cómo, pero una de las imágenes que hice fue a parar a un camión con pantallas LED que rodaba por la ciudad de Nueva York convocando a las personas a protestar.
La maravilla de ese momento, a pesar de todo el horror que viven nuestras familias y amigos en Venezuela, fue ver a los venezolanos en el exterior alzar su voz para la lucha contra la dictadura. Fue muy bonito ir a manifestaciones y que las personas quisieran tomarse fotos con mis diseños. Fue bonito saber que al menos estábamos de acuerdo en algo.
En esas imágenes hablé de los resultados electorales, de los presos políticos, de las cajas CLAP, de los que apoyan al chavismo y le hacen lobby en redes, de la victoria electoral, y de lo malvados que son los chavistas.
Ya con los meses el impulso por seguir protestando digitalmente contra el fraude electoral comprobado y certificado por todas las instancias posibles, se fue disipando. Supongo que después de un tiempo ya se gasta el discurso aunque sea importante; hay que dejar ir lo que no se puede cambiar. Fueron días y semanas muy duras donde el agotamiento mental y emocional consumieron mucha de mi energía, y creo que también la de millones de venezolanos en el exterior, incluidos los artistas. No sé cómo logré ser productiva en mi trabajo.
Fue una etapa de mi carrera muy productiva como diseñadora, pero tengo que decir que cero lucrativa. Igual me alegro de haber contribuido al mensaje colectivo, a que nos dejaran de hacer gaslighting intentando minimizar la dictadura.
Ya somos ocho millones de venezolanos en el exterior, entre ellos muchos artistas con ganas de usar nuestro arte para divulgar nuestro clamor de libertad. Sé que desde donde estemos, estaremos pendientes y con nuestra creatividad lista para darle con todo a la dictadura.
Y que no se olvide, aunque sea todo muy doloroso…
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