La UCV pierde la paciencia y Diosdado hace el ridículo

La universidad más importante del país exige al régimen que devuelva tierras ocupadas, mientras Diosdado intenta asustar con otro cuento mal armado sobre mercenarios y narcos albaneses #NowWhatVenezuela

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La UCV dice esta tierra es mía

No todos los días en Venezuela se escucha de una institución de peso—mucho menos una pública, o la universidad más importante de Venezuela—diciéndole al gobierno que deje de abusar y que devuelva lo robado. La Universidad Central de Venezuela mandó un comunicado rico en datos históricos y sentido común firmado por su rector, Víctor Rago, exigiéndole al régimen que desocupe las zonas rentales de la universidad en el sector Plaza Venezuela, que tiene una ubicación privilegiada por conectar este y oeste de la capital. Pues en el año 1974, el Estado venezolano había donado estos terrenos a la UCV con la idea de que los espacios se alquilaran a privados (tiendas, librerías, cafeterías, por dar ejemplos) para que la universidad generase ingresos para financiar la universidad. Por muchos años allí se celebró la feria del libro de Caracas. 

El problema fue que, bueno, la segunda mitad de la democracia puntofijista no fue la más estable, eficaz y productiva, y las diez hectáreas de la Zona Rental Norte (que hoy deberían verse así) no comenzaron a desarrollarse sino en los años 90. Luego llegó Chávez, cuya revolución bonita y sus beneficiarios se metieron en los edificios sin acabar.

El comunicado señala que 20 años de esfuerzos por recuperar los terrenos no han servido, y sin muchos eufemismos, que entre los órganos del chavismo y los enchufados (“poderosos intereses económicos vinculados al poder político”) ahora actúan como los dueños de la tierra. De paso, recibiendo una renta que la universidad y sus profesores necesitan como el agua.

Entre chavistas y enchufados han montado una combinación interesante de obras: un terminal de autobuses sin acabar que es el bebé de la alcaldesa Carmen Meléndez, y al lado del Centro Comercial Caracas Mall (que alguien intentó posicionar en 2023 como el hub gamer de la ciudad), una estatua en honor al Ejército Rojo y su victoria contra Hitler en la Segunda Guerra Mundial. La que hace semanas inauguraron Delcy Rodríguez, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino mientras Nicolás Maduro estaba en Moscú rindiéndole pleitesía a Putin —y mientras los cinco de la Embajada Argentina en Caracas se escapaban de Venezuela.

¿Por qué importa? Es quizás el pronunciamiento más osado de las autoridades de la UCV desde que el consejo universitario se juramentó en 2023, y evidencia que la paciencia se acaba con los abusos del régimen. Porque, ¿qué tanto más tienen que perder los ucevistas? Después de la juramentación de Maduro el 10 de enero, la policía se les metió en la Ciudad Universitaria (el rector Rago lo condenó) cuando amanecieron con dos pancartas: una que decía “la verdad vence a las sombras” y otra que sólo mencionaba los “7.443.584” votos de Edmundo González. La represión post-fraude antes dejó seis alumnos presos. También profesores, como Rocío San Miguel y el activista Jesús Armas.

Más información: En una entrevista a Contrapunto en febrero, Rago ofreció la UCV como un espacio donde los “actores políticos” podrían intercambiar y buscar consensos, pero no es muy fácil entenderse con los violentos y después de casi dos años buscando cierto entendimiento, lo normal es querer denunciar. Pocos días antes de que saliera el comunicado, Rago tuiteó sobre la desaparición forzada de Eduardo Torres, defensor de derechos humanos del equipo de Provea que, ahora sabemos, está en el Helicoide, acusado de terrorismo por impartir talleres.

Diosdado mete miedo y su bluff queda desnudo

El guión es el que conoce todo el mundo: al Ministro de Interior cada tanto le gusta pararse con un PowerPoint, en frente de unos comisarios calladitos, para mostrar un mapa mental con figuritas, flechitas y enemigos de la patria que supuestamente agarraron con armas, cocaína, juguetes, etcétera (a veces son opositores acusados de conspiración y vinculados a un gobierno hostil, aunque últimamente son alcaldes zulianos). Esta semana arrancó con Diosdado anunciando que los vuelos entre Colombia y Venezuela se suspendían porque su equipo había desarmado un plan para sabotear las elecciones regionales. Dijo que pillaron a unos mercenarios entrenados por Erik Prince y el gobierno de Noboa en Ecuador, y enviados por narcos albaneses al territorio (obviamente con María Corina y Simonovis metidos en el lío). Que tienen a 38 sospechosos y entre ellos 17 extranjeros. 

Resulta que ese mismo día, unos delincuentes soltaron a un empresario de Barquisimeto que pasó 19 días secuestrado—su familia pagó medio millón de dólares en criptomonedas para rescatarlo… Y los malandros eran ocho funcionarios de la Comisión Nacional Antisecuestro (CONAS), cuyos nombres, según pudo conocer NTN24, coinciden con el texto y las caritas en las diapositivas de Cabello. Es decir, Diosdado está haciendo pasar a oficiales corrompidos del CONAS (que es un órgano de la Guardia Nacional) por agentes de María Corina y Erik Prince. Al menos el cabecilla de la operación, según él, es un colombiano-albanés llamado Arturo Gómez.

¿Y la votación del domingo?

En Venezuela no se siente muy distinto a cualquier otra semana, y el consenso de la mayoría parece ser que no hay confianza en el voto como herramienta de cambio—al menos eso por sí solo—, no porque unos políticos digan que hay que quedarse en casa, sino porque la gente es capaz de sacar sus propias conclusiones tras la represión y la violencia (en ocasiones mortal) a quienes contribuyeron al triunfo de Edmundo González hace 10 meses.

El analista Ricardo Ríos, de la encuestadora Poder y Estrategia, dice que tan poquita gente iría a votar—24% del total de inscritos en el Registro Electoral que residen en Venezuela, población que el pasado 28J casi llegó al 80%—que el PSUV podría sacar más votos en 18 o más estados. En Zulia y Barinas habría un empate técnico (ojo que Manuel Rosales y Sergio Garrido no tendrían el puesto asegurado pese a su entendimiento con Maduro y Compañía) y que Juan Requesens es quien más tiene chance de sacar los votos en Miranda.

Quien sabe, capaz que los pocos chavistas que quedan (que no parecen estar movilizándose mucho para esto) le dan la confianza a Requesens. Igualito al eterno golden boy rojito, que algunos veían como el sucesor de Nicolás, lo destituyeron después del 28J: Maduro sacó a Héctor Rodríguez de Miranda y mandó al esquelético Ministerio de Educación, y puso a un chavista semi-desconocido en su lugar, Elio Serrano, que va contra Requesens.

Benigno Alarcón, profesor y politólogo en la UCAB, dice que sería milagroso que el no-chavismo saque cuatro gobernaciones o más. Henrique Capriles y Stalin González se quejan de que el chavismo organizó una elección “clandestina” donde no hay información pública, y donde los operativos y el cronograma se han anunciado rotando hojas de Excel en Telegram. Tampoco se dieron tiempo para exigir condiciones y ver qué pasaba: después de las habilitaciones y los acuerdos tras bastidores, la campaña se basó en el “poder del voto” y el “voto protesta”.

¿Por qué importa? En las zonas populares eso tampoco parece tener pegada. Se nota en la obstinación de una señora que no puede disimular cuando Capriles la intenta convencer de ir a votar, y en las notas de Crónica Uno sobre el miedo y el silencio en la parroquia La Vega, al oeste de Caracas. Ahí la gente no se olvida de la persecución que provocaron los sapos chavistas en julio y agosto, y ya no se habla de política en la calle como antes. El desgano electoral no es tan distinto lejos de la capital. En Bolívar, otro estado devorado por los desmanes chavistas, un 37,8% pretende votar según un estudio de tres universidades en la región. Aunque parezca mucho, a la candidata chavista a la gobernación le basta con lo que tiene para “ganar”: una intención de voto de solo 20%.

Lecturas recomendadas:

Runrunes cuenta la experiencia de Pedro, un hombre mayor que bajó a una mina ilegal en Bolívar buscando dinero. Luego de muchos años trabajando en las empresas básicas de Guayana, en la mina vio cómo las bandas casi destruyen su vida, donde un kilo de pollo cuesta un día de trabajo y los jefes de las bandas violan a quien quieran. Y en este reportaje rico en data cualitativa y entrevistas, La Hora de Venezuela habla de cómo Putin, Lukashenko, Ortega y Maduro usan las elecciones a su medida para perpetuarse en el poder.