Vamos 4-0… ¿pero quién va ganando?

María Corina Machado insiste en vendernos un cuarteto de victorias que no cuadran con la realidad, mientras el chavismo sigue dominando la partida

“Vamos 4-0 y no hay quinto malo” repite el liderazgo de la oposición, como si fuera una consigna de triunfo. Pero ¿cuáles son esas cuatro victorias? ¿Y qué se gana, exactamente, cuando el chavismo sigue en el poder?

Desde finales de 2023 hasta hoy, el liderazgo opositor, encabezado por María Corina Machado ha intentado construir una narrativa de acumulación de logros: la primaria del 22 de octubre, la victoria presidencial del 28 de julio, el respaldo internacional y la abstención masiva en las parlamentarias y regionales de 2025. 

En papel, es un marcador envidiable. En la realidad venezolana, no se traduce en poder, ni en transición, ni en mejoras concretas.

¿Puede una oposición declararse vencedora sin haber conquistado instituciones, sin presencia territorial, sin capacidad de acción?

En política, el marcador no lo ponen las redes sociales, ni las encuestas, ni el volumen de indignación ciudadana. Lo pone el poder real. Y en esa cancha, el chavismo sigue goleando. Controla los poderes, las fuerzas armadas, los medios, las gobernaciones. Ha perfeccionado el uso de la fuerza, la fragmentación del adversario, la simulación institucional. Y ahora avanza para tomar todas las alcaldías.

¿Qué sería un verdadero 4-0 en esta coyuntura? Algo que, al menos, nos permitiera hablar de avances reales y no solo de gestos simbólicos:

Primer gol: una transición en marcha

No promesas de ruptura, sino pasos visibles hacia un cambio de poder. Un proceso que empiece a erosionar el control del chavismo sobre las instituciones, con presión internacional efectiva y señales claras de debilitamiento interno.

Segundo gol: un liderazgo más allá de las redes

No solo figuras visibles en redes sociales, sino estructuras de conducción en cada estado, cada municipio, cada comunidad. Vocerías múltiples, con presencia en el territorio y capacidad para movilizar, escuchar y responder; pese a la persecución, las amenazas y el exilio obligado de muchos.

Tercer gol: garantías mínimas ganadas

No cartas de intención o promesas del chavismo, sino condiciones arrancadas al poder con presión y organización. Registro electoral auditado, observación internacional creíble, candidaturas habilitadas, y un sistema que refleje lo que la gente vota.

Cuarto gol: un presidente electo en el país 

No en el exilio, sino con capacidad para representar el mandato popular expresado en las urnas. Un presidente que pueda estar presente para liderar, construir gobernabilidad y representar al país desde el territorio. 

Pero lo que ha ocurrido es otra cosa. La oposición ganó una elección y no pudo cobrar. Edmundo González Urrutia fue empujado al exilio antes de asumir. La juramentación prometida para el 10 de enero se esfumó como las anteriores. 

No hubo juramentación. No hubo plan B. Solo más frustración para una ciudadanía que viene acumulando derrotas desde hace más de 25 años.

Entonces, ¿qué sentido tiene hablar de un 4-0 si no hay resultado alguno en el marcador que importa: el del poder? La oposición ha perdido gobernaciones, alcaldías, presencia institucional. El régimen ha fortalecido su control. Hay más exiliados, más presos políticos, más miedo, más hambre. Y menos esperanza.

El chavismo, mientras tanto, ha hecho lo que mejor sabe hacer: ante la crisis, mover el tablero. Convocó elecciones sin garantías, inhabilitó liderazgos, eliminó controles. Y apostó al desgaste, a la desmovilización, a la fractura.

Nuevamente, convocan elecciones para el 27 de julio. No es una fecha cualquiera. Será justo un año después de aquella jornada presidencial en la que millones de venezolanos votaron por un cambio que nunca llegó. 

Una dirigencia sin plan ni discurso claro, espera que el cambio ocurra por agotamiento y nos muestra un marcador imaginario. Pero Venezuela necesita hechos. 

Mientras el “4-0” sea una metáfora sin significado real, seguiremos perdiendo el partido que de verdad importa: la vida de la gente.