La FANB y los retos de avanzar hacia la ansiada democracia
La FANB podría tener un papel tutelar en una transición aún si el chavismo abandona el poder, con un alto mando buscando preservar su status y privilegios ante un nuevo gobierno y Estados Unidos


En otro artículo planteamos como juego imaginarnos la configuración política de Venezuela si, por cualquier razón, el chavismo abandonase el poder. Un escenario en el que es probable que las actuales fuerzas opositoras, desacostumbradas a los debates programáticos e ideológicos, acaben fragmentándose.
Por ello, era necesario que los partidos volviesen a ejercitar su músculo de debate para desentrañar los problemas reales, materiales de nuestro país. Como por ejemplo, un tema que de vez en cuando se discute en público, y que es inevitable en el núcleo mismo de cualquier transición que pueda ocurrir en Venezuela: ¿qué lugar tendrá la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en una democracia posterior al chavismo?
Según un reporte de 2024 de Transparencia Venezuela, de un universo de 5,5 millones de empleados públicos, 4,4 millones pertenecen al sector castrense. Para esta nómina se habrían adjudicado 46 millones de dólares en presupuesto para salarios, lo que debería dar un total de 10 dólares mensuales por empleado a menos que se estén contabilizando acá a los milicianos. Aún así, la nómina restante no puede realmente representar al personal militar activo – pues eso significa que Venezuela duplica a China en personal militar.
Lo que sí puede representar es que, en la medida en que la FANB han asumido el control de distintos cuerpos de trabajo cívico-militar, como las Brigadas Comunales Militares (BRICOMILES), así como también la administración de una amplia cantidad de empresas públicas, esta cifra incluya tanto a militares como a civiles bajo autoridad castrense.
Si es cierta la estimación del Banco Mundial de que la población económicamente activa de nuestro país -luego del éxodo al exterior- ronda los 11,1 millones, estamos hablando de que más de 40% de los trabajadores venezolanos responden a la autoridad e intereses de la FANB. Esto, sin lugar a dudas, será una pesada herencia destinada a limitar las capacidades políticas de los futuros gobiernos democráticos.
Lo importante es reconocer que es complicado que haya un cambio sustancial en la FANB en los años siguientes a la salida del chavismo.
Según van las cosas, la transición venezolana podría parecerse menos al caso argentino -en el que los civiles pudieron sobreponerse a los militares debido al fracaso económico y militar de la dictadura- y más al chileno. Allí, las Fuerzas Armadas mantuvieron prerrogativas frente a las autoridades civiles durante al menos una década (lo que solo fue cambiando gracias a reformas graduales) y teniendo por jefe al propio Augusto Pinochet, quien también se convirtió en senador vitalicio como parte del pacto de la transición.
A efectos de este análisis, nos es indiferente si la transición ocurre o reemplazando por entero a las cabecillas militares por cuadros intermedios actualmente existentes en las Fuerzas, o con estas cabecillas manteniendo sus puestos como lo hizo Pinochet. Lo importante es reconocer que es complicado que haya un cambio sustancial en la FANB en los años siguientes a la salida del chavismo.
Más allá de que ocurra una renovación pactada o abrupta del Estado Mayor, es probable que los entramados de corrupción y violaciones de derechos humanos comprometan inclusive a los cuadros medios, y que estos, velando por su propio interés, acepten entregar a los altos mandos militares como ofrenda de paz a la nueva democracia, pero con el precio de darle un punto final a la cuestión.
Podrán aceptar que la justicia militar (nunca la civil, como en Argentina) investigue posibles cuadros intermedios, pero estas investigaciones difícilmente darán resultados que satisfagan a los militantes de derechos humanos, al menos en el corto plazo. No obstante, esos mismos resultados podrían ser satisfactorios para un gobierno democrático en cuanto pueda representar la base de un nuevo acuerdo de convivencia democrático entre el poder civil y el militar.
¿Un actor ideológico?
Ahora bien, la FANB no solo sobrevivirá al fin del chavismo como un potencial grupo de presión frente a un gobierno democrático, que aspira a preservar en mayor medida las prerrogativas frente a la autoridad civil, presupuestos, la dirección de empresas públicas claves para sus intereses, y la impunidad de la mayoría de sus miembros frente a las denuncias por violaciones de DD.HH., corrupción y narcotráfico. También, la FANB tenderá a sostenerse como un actor que tutele ideológicamente a los gobiernos democráticos posteriores al chavismo.
Esto tiene su razón en la estructura interna de la FANB. Los cuadros bajos y medios de las distintas armas serán los mismos que fueron entrenados e ideológicamente formados durante el chavismo. No podemos anticipar el nivel de adherencia que los cuadros subalternos tendrán a los valores chavistas en democracia, cuadros que son mayormente de extracción socioeconómica baja.
Capaz algunos ingresaron a las FANB por puro pragmatismo, buscando vías de ascenso social, mientras que otros ingresaron plenamente inspirados en la causa chavista. En cualquier caso, acá deberemos esperar el primer foco de tensión el día en que un gobierno democrático ponga en discusión una reforma integral al aparato militar, implique esta un endurecimiento del profesionalismo (para el que no estarían preparados los cuadros subalternos) o un lavado ideológico de la institución (que rechacen aquellos miembros ya ideologizados).
En el nivel de los cuadros intermedios y nuevos cuadros altos, es probable que la ideología tenga un peso inversamente proporcional al nivel de participación en entramados de corrupción y violación de derechos humanos. No obstante, estos últimos no serán los primeros abanderados del profesionalismo neutral en el postchavismo, sino que junto al resto de sus pares, probablemente sostengan, así sea solo en la retórica, la defensa de los valores chavistas, en cuanto esto les permita conservar la legitimidad de su conducción militar frente a los cuadros subalternos.
Cuando lo considere, la FANB podrá romper con Estados Unidos y la democracia, tomar el poder y resguardarse en su inicial bloque de seguridad internacional, bajo China y Rusia.
Esto implica que, más allá de las razones que haya detrás, los distintos cuadros de la FANB tenderán a converger en la profesión de una misma ideología bolivariana anti-imperialista. Todo esto sugiere que los intereses económicos y políticos de la FANB aparecerán velados, encubiertos y disfrazados en la defensa de los valores bolivarianos en la nueva democracia.
Podría también ser posible que en una transición, toda ideología sea desechada frente a la crudeza de las redes de negocios con capitales nacionales e internacionales en los que los cuadros medios y altos de las FANB se han comprometido recientemente.
No obstante, la paranoia aprendida durante los últimos años frente a la persistente vigilancia y persecución de Estados Unidos probablemente les haga desconfiar en entregarse plenamente a un acuerdo de convivencia con Occidente, pensado el riesgo de que, en un momento inesperado y de vulnerabilidad, puedan ser sujetos de traición por parte de Washington.
Tomando eso en cuenta, conservar cierto resabio ideológico -tanto en la retórica como en el vínculo con China, Rusia y aliados estratégicos en América Latina- podrá presentarse a la FANB como una forma de tener la mano sobre el freno de emergencia de la transición, pues podrá, en el momento en que lo considere necesario, volver a romper con Estados Unidos y la democracia, tomar el poder y resguardarse en su inicial bloque de seguridad internacional, bajo China y Rusia.
Un nuevo gobierno entre dos polos
Si los principales líderes de la oposición en este momento -y puntualizamos en Maria Corina Machado y el viejo G4- asumieran el gobierno nacional, cualquiera sea el arreglo interno que posea la coalición gobernante, en el mediano plazo deberá lidiar con esa FANB que defiende los privilegios de la era chavista, mientras es intensamente condicionado por los Estados Unidos a garantizar igualmente que la transición ocurra con ciertas salvaguardas, que contradecirán notoriamente los intereses de la FANB.
Es sabido que buena parte de las estrategias para salir del chavismo han sido en algún momento conversadas o plenamente discutidas y acordadas con alguna representación de Washington, y que los favores otorgados a la causa opositora tendrán que ser pagados si la oposición llega a ser gobierno.
Además, partes importantes de la diáspora y de la población opositora dentro del país, a raíz del trauma migratorio y de la crisis humanitaria, han virado notablemente hacia la extrema derecha, con adherencias y promoción de liderazgos como los de Trump, pero también de Bolsonaro y Milei, firmemente alineados a la política exterior de la administración actual. Estos grupos claramente condicionarán la imagen pública y la electorabilidad de los dirigentes opositores, incentivando sus inclinaciones en política exterior.
Si la actual oposición fuese a asumir el gobierno, tendría que saber cómo navegar entre los intereses de Estados Unidos y la FANB, y también mostrarse útil y necesario para ambos por igual.
Y tercero el acceso del próximo gobierno democrático de Venezuela a los mercados de capitales financieros de Occidente quedará probablemente condicionado por instituciones como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo,y por grandes bancos y financieros privados, como la JP Morgan. Tales condicionamientos en la historia latinoamericana nunca han sido estrictamente económicos, y varias veces han exigido mantener cierto grado de conformidad con lineamientos del gobierno de Estados Unidos.
Como hemos visto en años recientes, Estados Unidos no tiene ningún problema para habilitar el ingreso de capitales occidentales a la Venezuela de Maduro, ni el chavismo ha tenido dificultad para garantizar la normalidad de negocios de aquellos en el país. Por lo tanto, no existe ningún impedimento para que un arreglo similar -inclusive, uno mucho más cómodo frente a la opinión pública internacional- ocurra directamente entre unas FANB desvinculadas de la actual conducción del PSUV y los Estados Unidos.
Por lo que, si la actual oposición fuese a asumir el gobierno, tendrá que saber cómo navegar entre estos dos polos, y también mostrarse útil y necesario para ambos por igual. Porque en el momento en que alguno o ambos descubrieran prescindible al nuevo régimen, o hasta un estorbo a sus intereses, podrán apartarlo en favor de un nuevo arreglo de gobierno entre las Fuerzas Armadas y los Estados Unidos.
Esa discusión con la bola de cristal la dejaremos para otro día.
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