La lancha en llamas que puede cambiar la historia
El ataque “letal” al bote que, según Donald Trump, pertenecía al Tren de Aragua y llevaba 11 “terroristas” provenientes de Venezuela, sí es relevante. Veamos por qué


Donald Trump ya tiene años adelantando la teoría de que, gracias a la negligencia de la administración Biden, EEUU se ha hecho más inseguro porque Nicolás Maduro abrió las cárceles para llenar ese país de delincuentes disfrazados de migrantes ilegales. La evidencia sobre la extensión internacional del Tren de Aragua le ayudó a materializar esa amenaza difusa en algo mucho más tangible, sobredimensionando lo que pasó en Aurora y determinando que Maduro es el jefe de la banda. Pero en los últimos meses, esa narrativa se ha ido enhebrando con otra historia que ha ido desarrollándose por años en medios y medidas de los gobiernos de Obama, Biden y Trump: la cadena de antecedentes de sanciones individuales y acusaciones contra testaferros, funcionarios y hasta familiares de la élite chavista, por lavado de activos, narcotráfico y financiamiento del terrorismo.
En 2025, el Cartel de los Soles pasó de ser una hipótesis sobre una gran mafia militar venezolana, a un constructo que, como el Tren de Aragua, sintetiza en una idea comprensible y comunicable una amenaza vaga y compleja. Tradujeron en algo que cabe en una hashtag toda una práctica esencialmente corrupta de unas fuerzas armadas penetradas por el narco. De paso, ese Cartel de los Soles, dice Trump II, también tiene en su cabeza a Maduro. Así que distintas historias paralelas se han ido convirtiendo en una sola: el presidente ilegítimo de Venezuela, un socialista que se robó las elecciones en 2024, está a cargo de una banda que exporta criminales a EEUU, el Tren de Aragua, y de una mafia militar que exporta drogas al país, el Cartel de los Soles. Ese triángulo de Maduro, el TdA y el Cartel de los Soles no es sólo delincuencial, sino terrorista, y por tanto amerita una respuesta militar en nombre de la seguridad nacional.
Esto ya no es sólo propaganda. Es la gran justificación de medidas que van desde la detención y deportación de migrantes, hasta sanciones de la OFAC, acusaciones de la DEA y ahora un despliegue naval de media docena de navíos, al menos un submarino impulsado por energía nuclear, aviones espía y drones en el sur del Caribe. Sabemos de esto por dos filtraciones a la agencia de noticias Reuters, no por comunicados oficiales. Pero el impacto ha sido considerable. Cada vez más gente y medios, con grados muy variables de responsabilidad y conocimiento, están especulando sobre lo que EEUU podría hacer contra el régimen chavista. Y mientras más se enumeran buques, submarinos, aviones y soldados, mientras más escenarios se elaboran, más resonancia tienen los gestos de intimidación con los que la administración Trump parece querer infundir pánico en la alianza chavista hasta el punto en que se produzca lo que no ha pasado en un cuarto de siglo: el famoso quiebre militar.
Lo que Estados Unidos transmitió ayer fue el mensaje de que esa fuerza militar acumulándose en el Caribe puede ejecutar, de pronto y sin aviso, un “ataque letal” que Maduro y compañía no pueden prever ni evitar.
Más relevante todavía es la oleada de pronunciamientos oficiales, que convierten la narrativa estadounidense contra el régimen de Maduro en lo que comienza a ser un cerco internacional real. Ecuador, Paraguay y Argentina declararon al Cartel de los Soles como una organización terrorista. Eso era predecible; más relevante es que lo mismo hizo un país con aguas territoriales en el Caribe, República Dominicana, después de que se supo del ataque a la lancha. Y más relevante todavía es que gobiernos fronterizos con las aguas territoriales venezolanas, como el de Trinidad y Tobago y el de Guyana (que además ha sido públicamente amenazado por el régimen chavista, y defendido por Estados Unidos, por la disputa sobre el Esequibo), han dicho que podrían prestar su territorio a operaciones contra el narcotráfico, y específicamente el Cartel de los Soles, si Estados Unidos se lo solicita.
Todo esto es un cambio sustancial respecto a aquellos tiempos en que Trump le decía a Elon Musk que Caracas se había vuelto muy segura porque todos los malandros estaban ahora en Estados Unidos. Ahora hay otros Estados sumándose a las medidas y una flota acercándose a Venezuela. Flota que, al parecer, ayer hizo su primer disparo.
El dron es el mensaje
El episodio de ayer, escenificado a partir de todos esos antecedentes, comenzó con Trump diciendo en la mañana que haría un mensaje importante en materia de defensa, que resultó ser un cambio de sede del programa de defensa espacial. Pero en su alocución anunció, en términos muy vagos, que habían disparado contra un bote proveniente de Venezuela y que venía más. Le siguió un actor importantísimo de esta historia, el Secretario de Estado Marco Rubio, con un tweet con dos emojis de interpretación libre (“humo igual a fuego”) y otro que decía que el Comando Sur había matado a 11 terroristas de una organización en un ataque letal. El lomito lo reservaron para el canal favorito del presidente, su red social Truth Social, donde dijo que el bote pertenecía al Tren de Aragua y mostró el video: la estética del dron de ataque que ya conocemos, en la que primero se ve el bote con mucho detalle desde la izquierda, y luego desde el cielo, en una toma cenital, que muestra cómo le cae un cohete que produce una explosión y un incendio, sin hundirlo. Pocos segundos, fácil de reenviar, espectacular y sin más detalles. Un disparo sin preguntas ni advertencia previa conocida, nada del típico decomiso de drogas. Good TV, hecha para las redes sociales.
Mientras el video se viraliza en medios, redes sociales y WhatsApp, tres lecturas podemos hacer.
Una, el ataque supuestamente se hizo en aguas internacionales y contra el narcotráfico. Cabe hacerse muchas preguntas, claro, sobre si en efecto eran miembros del Tren de Aragua, si eran 11, si llevaban drogas, y si había alguna ley que permitiera la acción; pero lo más fuerte ha sido el silencio oficial. La administración Trump está controlando esta historia a solas. Hasta donde sabemos para el momento en que escribimos este post, nadie en la super cumbre de defensa en China ha salido a criticar a Estados Unidos por esto, ni tampoco los Estados caribeños. Sólo Petro ha tuiteado que fue un asesinato.
Dos, es la primera vez en que la retórica se junta con la fuerza y en que Trump se une a esta nueva fase de la narrativa contra el régimen chavista. Hasta ayer, el despliegue naval que supuestamente se ordenó contra Maduro era extraoficial, sólo se había difundido con declaraciones off the record para Reuters; Trump no sólo lo confirmó sino que pasó a dirigirse con su propia voz al público estadounidense y global sobre este asunto. Y a las medidas administrativas y las amenazas verbales se sumó algo sin precedentes: un bombazo.
Nadie sabe hasta dónde llegará Estados Unidos con sus precision strikes. Pero ayer hicieron algo más que tuitear y filtrar noticias.
Tres, el dron es el mensaje. Desde la época en que Chávez soñaba despierto en Aló Presidente con instalar ametralladoras en el Ávila para repeler a los marines, la doctrina militar chavista ha partido del escenario de una invasión estadounidense. Esa es supuestamente la lógica de las alianzas con el ELN y las disidencias de las FARC: que a cambio de participar en las economías ilegales y de tener santuario en territorio venezolano, ayudarían al chavismo a rechazar una incursión de EEUU. Pero de los misiles disparados desde los drones no los pueden proteger ni los guerrilleros ni los equipos rusos ni las eventuales declaraciones de Xi Jinping o Gustavo Petro por la soberanía de Venezuela, y mucho menos la “profunda preocupación” de las autoridades de la ONU. Lo que Estados Unidos transmitió ayer fue el mensaje de que esa fuerza militar acumulándose en el Caribe puede ejecutar, de pronto y sin aviso, un “ataque letal” que Maduro y compañía no pueden prever ni evitar.
La historia, la tele y los presagios
Ese brevísimo video de ayer bien puede ser una nueva pieza histórica en la carrera audiovisual de dos revoluciones reaccionarias hoy enemigas: la chavista y la trumpista. Ambos movimientos populistas, autoritarios y antidemocráticos le deben su auge a la televisión. Hugo Chávez falló en su golpe de Estado pero triunfó con su rendición en vivo en febrero del 92, iniciando un proyecto político que tendría a la televisión como arma principal; Donald Trump se hizo famoso con la prensa popular y la televisión por suscripción antes de convertir ese capital comunicacional en un motor hacia la Casa Blanca. Lo que estamos viendo hoy es una guerra entre dos canales de televisión, el chavismo y el trumpismo. La diferencia es que, en el nuevo clip de esa competencia por el rating, hay una explosión y unos muertos.
Por ahora, el chavismo está perdiendo: ni China ni Rusia aprovecharon que tenían un desfile impresionante delante de sus ojos para decir algo en su favor, y la única respuesta que han dado hasta ahora desde Caracas, a través de un ministro insignificante, es que el video del bombazo es falso, hecho con IA.
Nosotros, en cambio, estamos comenzando a pensar que el despliegue naval va más allá del bluff y que lo que ocurrió ayer es un precedente de acciones más graves.
Es lo que susurran los fantasmas de la historia: cómo la explosión del Maine en el puerto de La Habana sirvió para justificar la guerra contra Cuba en 1898; cómo la acusación de que Manuel Noriega trabajaban para los carteles colombianos sirvió para justificar la Operación Causa Justa que lo despojó del poder en 1989; cómo la teoría de las “armas de destrucción masiva” sirvió para justificar, junto con países como Gran Bretaña y España, la invasión de Irak en 2003.
Y es lo que dicen los factores del presente. El caso internacional contra Maduro como jefe de la nebulosa narcoterrorista TDA-Cartel de los Soles está congregando más gobiernos pro-Trump de la región. Marco Rubio necesita mostrar éxitos contra el chavismo y el régimen aliado que desterró a su familia, el de Cuba, para acumular puntos para su ambiciosa carrera política. Si Ucrania puede hacerle daño a Rusia con los drones de ataque, es mucho más lo que Estados Unidos podrá hacer con ellos si decide actuar contra el chavismo; no necesita los 30 mil efectivos que usó en Panamá.
La invasión para la cual el chavismo se ha preparado por 25 años no tiene por qué ocurrir. Sería incoherente con lo que Trump defiende, y una mala idea por donde lo veas. Pero el dronazo de ayer sí despierta escenarios factibles y próximos. Junto con las sanciones y las recompensas, y sin aparente contradicción con la licencia para Chevron y el intercambio de presos y migrantes, la administración Trump puede ir más allá de incendiar esa lancha. Nadie sabe hasta dónde llegará Estados Unidos con sus precision strikes. Pero ayer hicieron algo más que tuitear y filtrar noticias. Y en esa dictadura acostumbrada a masacrar manifestantes desarmados, debe haber gente preocupada y haciéndose preguntas, mirando una y otra vez en sus celulares el modo tan súbito en que ese peñero con cuatro motores que surcaba la noche caribeña se convirtió en una llamarada verde.
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