¿Una licencia para matar en el Mar Caribe?
Los ataques letales contra presuntos terroristas en el Caribe, de quienes poco sabemos, traen consigo los fantasmas de la política exterior americana y un desdén por la vida que bien conoce Venezuela


Toda política autoritaria necesita de un discurso de emergencia, de una lógica de estado de excepción, para poder ejercer el poder sin límites. Para ello utiliza términos “cajón de sastre”, continentes vacíos coyunturales que pueden adaptarse a las necesidades del momento, para justificar intervenciones extremas: drogas, terrorismo, crimen organizado o una invasión extraterrestre. No importa que tengan una base real o no, lo importante es posicionar un discurso extremo y deshumanizante para justificar la aniquilación del enemigo de turno. La categoría de “terrorismo”, más difusa y discrecional, sirve como comodín para prácticas de terrorismo de Estado contra cualquier sector etiquetado por éste como terrorista.
Esta lógica de “guerra” contra las drogas por parte de los Estados Unidos en la región es parte de una vieja tradición. La lucha contra la insurgencia de izquierda de los años sesenta y setenta, con la derrota militar de las guerrillas en casi toda América Latina, mutó en los años ochenta en la lucha contra las drogas para mantener su influencia militar en la región, mientras hacía estragos contra los barrios pobres y negros dentro sus propias fronteras. Esto se mantiene casi intacto hasta el ataque contra las Torres Gemelas en 2001, donde la lucha contra el terrorismo permeó toda la lógica securitaria y bélica de la política estadounidense.
El saldo de la guerra contra las drogas después de varias décadas en la región es negativo. Hay ríos de tinta de investigaciones serias, rigurosas, que demuestran cómo se incrementaron los índices de violencia, de abusos institucionales, de falsos positivos y de violaciones masivas a los derechos humanos, especialmente en México y Colombia. Mientras los mercados de drogas ilícitas solo se fortalecieron, crecieron, diversificaron, modernizaron y se expandieron.
Si el saldo de estas políticas es negativo y se insiste aún en ellas, es porque su fin no es el control y represión del narcotráfico: tiene realmente otras funcionalidades de tipo político y económico.
Estamos también ante dos gobiernos aparentemente antagónicos cuya credibilidad y confiabilidad no son sus principales características. Entonces las versiones oficiales tampoco son suficientes.
Es bien conocido que Venezuela, por su posición geográfica históricamente, ha sido un lugar de tránsito para el narcotráfico, y que su actual precariedad institucional solo favorece y promueve mercados ilícitos de todo tipo. Esto no la posiciona como una nación líder ni en producción ni en tráfico de drogas. Venezuela tiene un déficit democrático muy grave que ha impactado severamente en los derechos humanos de la ciudadanía. Pero se trata asuntos distintos, que pudieran tener puntos de conexión, pero que por ello no se trata del mismo fenómeno.
Los delincuentes acusados de los crímenes más atroces tienen derechos. Cuando se hacen excepciones para algunos, se abre una compuerta en la que todos entramos en riesgo.
Algunas claves para analizar los recientes precision strikes
Estamos en una era de post verdad y de creaciones formidables con inteligencia artificial. Quizás, estos eventos están aún muy recientes para conocer todos los detalles y toda la verdad. Estamos también ante dos gobiernos aparentemente antagónicos cuya credibilidad y confiabilidad no son sus principales características. Entonces las versiones oficiales tampoco son suficientes para saber lo que realmente sucedió. Se trata de un contexto que no puede ser analizado con una visión reduccionista y simplista de un mundo dicotómico de “buenos y malos”, tampoco estamos en el mundo de la Guerra Fría.
Si partimos de las imágenes que han circulado los actores institucionales involucrados y los análisis que diversos especialistas han realizado posteriormente, suponiendo la veracidad de éstas, allí no se visualiza una amenaza física en contra de la vida de oficiales de seguridad por parte de las mencionadas lanchas. Si estas lanchas, que en apariencia carecían de armamento significativo visible, transportaban drogas, lo que allí procedía era su intercepción, la privación de libertad inmediata y juzgamiento de todos sus tripulantes, para hacer las investigaciones correspondientes que revelen toda la estructura criminal hasta sus principales líderes.
Esto es lo que se hace cuando se realiza un procedimiento policial ante un delito. Además, hay protocolos internacionales específicos que así lo establecen, donde el uso proporcional de la fuerza y la preservación de la evidencia es fundamental. La principal potencia militar del mundo tiene todos los medios para detener a esas precarias embarcaciones y capturar vivos a sus tripulantes.
El uso de la fuerza letal sólo está justificado en caso de un ataque, amenaza real o riesgo inminente en contra de la vida; en los videos no parece justificarse, ni legal ni situacionalmente, la ejecución de estas personas. No se aprecia la necesidad de una legítima defensa, y todo arroja que estamos ante aparentes ejecuciones extrajudiciales. Y esto es justo el debate político que se está dando en el Senado de EEUU durante estos días.
Esto no son más que globos de ensayo contra seres humanos considerados desechables, cuyas muertes no tienen costo alguno para el gobierno estadounidense.
El efecto inmediato de estos eventos para los venezolanos es terrible: los que se encuentran dentro del país sufren mayor represión gubernamental, los que se encuentran en los EEUU sufren también mayor riesgo de persecución y deportación.
Mientras tanto, las operaciones de Chevron en Venezuela se mantienen intactas. Se beneficia también, sin duda alguna, el conglomerado militar estadounidense, porque expande su poderío e influencia de manera ilimitada en la región. Y esto sí podría ser una novedad: la implementación de este tipo de tecnología militar por parte de los EEUU en la región. Esto no son más que globos de ensayo contra seres humanos considerados desechables, cuyas muertes no tienen costo alguno para el gobierno de EEUU. Los grandes genocidios comienzan así, con los nadies, lo que aplauden inicialmente algunos sectores, en ocasiones mayoritarios.
Luego cuando se va expandiendo y democratizando de manera ilimitada el horror, ya es demasiado tarde, y muchos de los que aplauden terminan también siendo triturados por la máquina de guerra que se ha liberado.
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