A Maduro le sale mal la fiesta de la canonización

El régimen de Maduro, en reacción a las críticas en Roma y temiendo una revuelta en las iglesias venezolanas, recogió más presos políticos en vez de liberarlos y hostigó al Cardenal Porras

Baltazar Porras descuelga el teléfono con el primer repique, como alguien que lleva días viajando con un calendario donde no cabe otra misa o comida, mucho menos otro intercambio con un periodista que intenta ir más allá de la estampa de la Madre Carmen, de José Gregorio Hernández, de las virtudes que los llevaron a ser canonizados. 

Porras me atiende tenso al mediodía del miércoles, ya con dos venezolanos oficialmente santos.

“Buenas tardes, sí, dígame,” soltó el Cardenal de primeras.

Cinco días después de iniciar el programa de las canonizaciones en Roma, el hito que representa la doble canonización está rodeado de lo que cabía esperar de un país católico sometido a una dictadura: incertidumbre y conflicto. Gracias en parte a una eficaz comunicación política por parte del anti-chavismo, el régimen de Nicolás Maduro se vio humillado cinco días seguidos, desde que los peregrinos venezolanos comenzaron a aglomerarse en las puertas del Vaticano hasta el miércoles 22 de octubre, cuando el Cardenal Porras llegó a España para presidir la misa en la catedral de La Almudena, junto a representantes de la Arquidiócesis de Madrid.

El chavismo no pudo evitar el escrache en Roma a Roy Chaderton, cabeza de la delegación chavista, mientras que los enviados del Comando Con Venezuela—incluyendo a Magalli Meda, Pedro Urruchurtu, los hijos de María Corina, Edmundo González y de varios presos políticos—llevaban sin inconvenientes la agenda de quien se presenta como el próximo gobierno democrático. Raúl Baduel hijo se presentó frente a la Basílica de San Pedro con una camisa estampada con el rostro de Josnars Baduel, su hermano preso y torturado en El Rodeo I. Sairam Rivas también pudo entregar a León XIV una carta sobre presos políticos cuando el pontífice cruzaba la plaza en el papamóvil.

De cierta forma, Porras se había adelantado a todos ellos. Antes de que Rivas, Baduel o las figuras del Comando fuesen acusados de “politizar” la fiesta de los santos, el Cardenal Emérito transmitió con claridad lo que piensa del poder en Venezuela. El Vaticano lo acompañó sin rodeos en los días posteriores, aún con los matices discursivos de un Estado que vela por preservar su presencia en Venezuela. Junto al arzobispo maracucho Édgar Peña Parra, número dos de la diplomacia de la Santa Sede, y a Raúl Biord, actual arzobispo metropolitano de la Arquidiócesis de Caracas, Porras abrió un simposio en la Pontificia Universidad Lateranense denunciando una situación “moralmente inaceptable” en Venezuela.

El Cardenal citó la falta de libertades ciudadanas, la pobreza, la militarización como forma de gobierno, la corrupción y la ausencia de independencia entre poderes públicos. También se refirió a la situación de los presos políticos, que “rompe la unidad familiar, donde sufren todos sin que haya a quien recurrir”. Peña Parra—quien funge como Sustituto de Asuntos Generales del Vaticano y antes fue nuncio en Mozambique y Paquistán—habló de la “diplomacia del encuentro” que la Iglesia afirma promover en Venezuela, “no como estrategia política” sino por la necesidad de tender puentes entre sectores opuestos. “La paz es artesanal, hecha de gestos pacientes y de encuentros cotidianos”, dijo Monseñor Parra. “El verdadero diálogo no anula las diferencias, pero puede generar una comunión”.

El discurso con menos tintes políticos fue de Monseñor Biord, quien desde su puesto en la capital venezolana ha debido lidiar cara a cara con la familia Maduro-Flores en un año donde la élite gobernante ha suprimido voces críticas a una escala sin precedentes. En su ponencia, el arzobispo de Caracas justificó el nuevo proyecto Santos para Todos, presentado a León XIV a principios de mes, que incluye iniciativas nuevas en salud, educación y promoción de la fe católica en Venezuela. El acto cerró con un aplauso para Porras por sus gestiones en pro de la santidad de José Gregorio, como dijo desde el podio la postuladora oficial de la Causa de Beatificación y Canonización del santo médico. Días después supimos que, en algún momento antes o después del simposio, una persona agredió a Édgar Beltrán, corresponsal en Roma del medio The Pillar, por preguntarle a Peña Parra sobre la politización de las canonizaciones por parte de Maduro.

Un Estado contra un Cardenal

Nada de eso pasó desapercibido en Miraflores. El sábado 25 en la tarde, dos días después de aterrizar de regreso en Venezuela, el Cardenal Porras denunció los esfuerzos del Estado para impedir su llegada a Isnotú, el pueblo natal de José Gregorio, donde debía oficiar un rito.

“No daré declaraciones en este momento, por todas las cosas que ha dicho Maduro”, me había dicho el Cardenal de 81 años el miércoles, antes de trancar la llamada. “Hay mucha gente diciéndome que no vaya a Venezuela, que no sé qué, pero yo no he cometido ningún delito. La homilía que daré esta noche ya está escrita”.

“El Vaticano sabe bien, desde hace tiempo, que este es un problema de índole criminal para el cual no tienen las herramientas…”

Para ese momento Porras ya recibía insultos de Maduro, todavía estando en suelo europeo. En La Almudena, los presentes aplaudieron de pie la llegada de Edmundo González Urrutia y su familia, sentados en primera fila junto al exalcalde exiliado Antonio Ledezma. El Cardenal allí habló de la putrefacción que genera la corrupción, de las habladurías de quien nada más critica y destruye. Hizo eco de una homilía lapidaria del Secretario de Estado de la Santa Sede, Cardenal Pietro Parolin, quien fue Nuncio Apostólico en Caracas: “Sólo así, querida Venezuela, pasarás de la muerte a la vida”, dijo el canciller del Vaticano. “Sólo así, querida Venezuela, tu luz brillará en las tinieblas. Solo así tu oscuridad se volverá mediodía, si escuchas las palabras del Señor, que te llama a abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos”.

Un día después de que Rendiles y Hernández fueran declarados santos, Maduro emprendió una campaña mediática contra el Cardenal Porras. Lo acusó de conspirar contra el médico de los pobres, jactándose de ser él quien había promovido la figura del santo trujillano durante su primer encuentro con el Papa Francisco en Roma, en 2013. Todo esto cuando arrancaba su primer periodo presidencial y el Vaticano aún no había sido llamado a mediar en la primera ronda de negociaciones entre el gobierno de Maduro y la vieja oposición con mayoría en la Asamblea Nacional.

“Hoy José Gregorio es santo a pesar de ti y de los tuyos, de tu cofradía. Luego diremos muchas cosas más”, dijo Maduro el lunes en televisión. La etiqueta #BaltazarPorrasConspirador no tardó en surgir en Facebook y X, con mensajes que tildaban al Cardenal de ser un lobo vestido de oveja, un diablo con sotana, un golpista incluso.

Pero lo peor fue el sábado 25, el día más importante del calendario de celebraciones eclesiásticas en Venezuela por la doble canonización. Porras contó en un video en redes sociales que ha circulado por doquier que el gobierno lo llamó para decirle que inconveniente que fuera a Isnotú “por riesgos de disturbios”. Le dijeron que estaba suspendido el vuelo de Conviasa a Valera, cosa que era falsa, y cuando tomó un avión privado, lo desviaron a Maracaibo con el pretexto de que el aeródromo de Trujillo estaba cerrado. Finalmente, las alcabalas lo bloquearon en el camino a Isnotú, y tuvo que regresar a Maiquetía. María Corina Machado, por supuesto, denunció todo el sabotaje de la dictadura al derecho de los fieles venezolanos a celebrar a sus nuevos santos.

¿Diplomacia incomprendida?

Luego de años de confrontación con la Conferencia Episcopal Venezolana—cuando Chávez atacaba a curas críticos como Diego Padrón, Roberto Luckert y Luis Ugalde procurando no insultar a los papas—el discurso de Maduro sigue un guion parecido, ahora intentando dividir a los sacerdotes venezolanos entre “amigos” y “conspiradores”. El tono de la Iglesia en Venezuela también se ha atenuado con la intensificación del autoritarismo, quizás para no sufrir lo que ha sufrido el clero en la Nicaragua del presente o la Cuba de Fidel Castro. Coincide también, por ejemplo, con acercamientos y acuerdos concretos entre el Vaticano y China, donde el primero está tolerando los abusos del Partido Comunista a cambio de influencia limitada.

En Venezuela, esta relación alcanzó un punto crítico a finales de 2016, cuando el Vaticano fue llamado a mediar en un primer proceso de negociación entre el oficialismo y la oposición con mayoría en la Asamblea Nacional. Esta última buscaba activar un referéndum revocatorio contra un presidente ya impopular, mientras surgía una emergencia humanitaria compleja. Pero no pasó de una primera ronda de diálogo en Caracas con el enviado especial del Papa Francisco, el arzobispo Claudio María Celli. En un hito clave de la deriva autoritaria del chavismo, el CNE pronto bloquéo el referéndum y Jorge Rodríguez alegó un supuesto fraude en la recolección de firmas de la oposición.

El Vaticano reaccionó dejando constancia de su postura. El primero de diciembre de 2016, el Cardenal Parolin publicó una carta exponiendo las condiciones que exige la Iglesia para seguir actuando como mediador en Venezuela: un paquete de ayuda humanitaria, la restauración de las atribuciones de la Asamblea Nacional, la publicación de un cronograma electoral y la liberación de los presos políticos. Monseñor Padrón, entonces presidente de la CEV, y un Baltazar Porras recién nombrado cardenal culparon al chavismo del fracaso del diálogo. Diosdado Cabello reaccionó a la carta de Parolin diciéndole que el régimen chavista no se metía en los asuntos internos del Vaticano ni con los sacerdotes acusados de pedofilia.

Aparte de con violencia, Maduro respondió a tres meses de protestas en 2017 con la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente. Parte del público venezolano criticó al Papa Francisco por no criticar la represión. En agosto, el Papa firmó una carta pidiendo a Maduro que no constituyera la ANC y el Vaticano decidió alejarse de los procesos de negociación que continuaron hasta 2023, que tampoco cumplieron con las exigencias de Parolin.

“El Vaticano sabe bien, desde hace tiempo, que este es un problema de índole criminal para el cual no tienen las herramientas”, dice una de las fuentes entrevistadas. “Nunca hubo diferencias entre la posición dura de la CEV y Francisco, pero la gente le estaba exigiendo al Papa un activismo que no iba a ejercer”.

“Hoy se trata de una relación entre dos Estados que se remonta a muchos años atrás. Actualmente es respetuosa y sin duda hay conciencia de las circunstancias que viven ambas partes,” dice Juan Salvador Pérez, editor de la revista SIC del Centro Gumilla, dependiente de la Compañía de Jesús. “Para el Vaticano, la diplomacia es el arte del reencuentro, de construir puentes, de abrir puertas y cerrar heridas. Como todo arte implica hacer las cosas bien, y a veces eso es lento”.

La fiesta que no fue

Los puentes y el trato cordial supieron mantenerse en el último año, incluso después del fraude electoral perpetrado por Maduro y el clima de persecución que aún se mantiene. A comienzos de agosto, la propaganda chavista publicitó un encuentro de Maduro y Cilia Flores con Monseñor Biord, la presidenta de Vale TV María Eugenia Mosquera y Arturo Peraza, rector de la Universidad Católica Andrés Bello. El comunicado de prensa transmite que ahí se discutieron los preparativos para celebrar la doble canonización. Después se supo que, en coordinación con la Arquidiócesis de Caracas, el Estado patrocinaría la Fiesta de la Santidad en el Estadio Monumental Simón Bolívar.

La jornada de celebración dejó 21 presos políticos nuevos en total según Foro Penal, que también pidió al Papa León XIV que interceda por ellos.

Un venue inaugurado para juegos de béisbol y eventos de espectáculo, un símbolo de la normalización del madurismo, era impuesto desde el poder para la celebración en la capital. Fuentes próximas a líderes religiosos en Roma y Caracas afirman que fue una insistencia que la arquidiócesis no pudo resistir, y que hubo molestia en la curia por la decisión, aun si se expresaba sottovoce.

“Es circo en un país donde no hay pan. Entonces tratan de meter a José Gregorio en el circo, a ver si la gente se distrae a pesar de la rabia que tiene”, comentó una fuente que prefirió mantenerse anónima.

Pero el circo no se dio. Tres días antes, la Arquidiócesis de Caracas anunció que se cancelaba el evento en el Monumental. La excusa fue el aforo, la cantidad de fieles en lista que sobrepasaban la logística del evento, aunque no queda claro cuál era el problema. Desde hace tres meses existe un enlace online para el pre-registro a los eventos en Roma, Isnotú y Caracas que, se suponía, permitían a la Comisión Central de la Canonización llevar un control sobre la asistencia.

“El régimen de Maduro ha utilizado la canonización para avanzar con su monopolio de todos los espacios de la vida en Venezuela”, dijo un cura de parroquia antes de la cancelación. Prefirió mantenerse anónimo para este reportaje. “Ahora tenemos a un Maduro católico, (frente) a una gente que vibra con el sentir de un país que se le opone radicalmente. Que ofrece plataformas y espacios para celebrar a los santos, pero cercando y pretendiendo facilitar como le conviene”.

Consignas de fe en conflicto

“Una canonización también es un llamado a la paz. Y en ese sentido podría ser una oportunidad que se abre para los marcos de negociación y de diálogo, que considero fundamentales”, opina el padre Arturo Peraza. “Como ha señalado el Cardenal Parolin, es un kairós o una oportunidad para que nos reencontremos en la justicia, la verdad, la reconciliación, que pueden ser constitutivas de un camino de paz”.

En septiembre, el rector de la UCAB llamó a Maduro a reconocer a María Corina Machado como una interlocutora legítima. De cara a las operaciones de EEUU en el Caribe y a la creciente militarización en Venezuela, Peraza insiste en un acontecimiento que se ve demasiado lejano: la líder de la oposición en la clandestinidad, que pide la intervención de Trump para sacar a Maduro del poder, sentándose a hablar con un dictador que se ha propuesto eliminar a su equipo y a sus aliados desde 2024. La represión posterior al 28 de julio de 2024 tuvo picos muy altos antes de que EEUU amenazara con intervenir.

“Las partes existen y deben sentarse a conseguir puntos de coincidencia, cesiones y concesiones mutuas”, dice Juan Salvador Pérez. “Por ejemplo la liberación de presos y detenidos, como ha dicho el Papa León XIV, o el necesario llamado firme a la paz frente a todo acto interno o externo que suponga una amenaza”.

El régimen de Maduro ha continuado con las mismas prácticas en la víspera de las canonizaciones, incluso en la tierra de José Gregorio Hernández. Siete trujillanos están presos por levantar una pancarta que leía Vamos a cobrar. 28J Libertad. Otros 11 tienen orden de captura por el mismo hecho según Clippve, el comité para la liberación de los presos políticos en Venezuela. En Mérida, agentes del SEBIN secuestraron al Dr. Pedro Fernández, coordinador de la ONG Médicos por Venezuela en el estado. La jornada de celebración dejó 21 presos políticos nuevos en total según Foro Penal, que también pidió al Papa León XIV que interceda por ellos.

En las comunicaciones de Machado se ha dibujado una conexión explícita entre el júbilo por la salida de Maduro del poder, que proyectan como inminente, y el entusiasmo popular por las canonizaciones. Desde 2024, el liderazgo de María Corina también se ha sostenido por sus referencias a la fe y a una “lucha espiritual contra el mal”. 

En su equipo hay conciencia de cómo muchos venezolanos se aferran a Dios para lidiar con la incertidumbre del momento, y que interpretan los apoyos que María Corina consigue como parte de una concatenación de hechos a favor del cambio en Venezuela. “Hay una serie de simbolismos que parece que están configurando la idea de que ya estamos en el empujón final”, dice Pedro Urruchurtu, jefe de las relaciones internacionales del Comando con Venezuela. Para él, hitos como el Nobel de la Paz o la canonización generan una “energía contenida” en la población que respaldan su “anhelo de cambio y propósito de lucha”.

“Son señales que invitan a la gente a organizarse y a estar lista a partir de la fe, de la religión, de lo que nos toca a hacer a nosotros, pero también de lo que tenemos que pedirle a Dios para que nos dé la fuerza para seguir”.

“Ahora lo importante no es la dimensión política de estas pocas horas, tampoco la manipulación que haga la dictadura”, dice Julio Borges, Secretario General de Primero Justicia, quien afirma que un milagro del santo médico le salvó la vida cuando era un recién nacido. “Lo importante es que trascienda la figura de José Gregorio a esta coyuntura y se convierta en un referente, en un modelaje, en alguien que nos acompaña en el camino al futuro”.