El terror chavista después de la rebelión electoral

El despliegue total de cuerpos represivos, colectivos e informantes busca destruir el capital social y la esperanza creada por la campaña y la victoria del 28 de julio

“Cuéntame si algo está pasando, por favor. Esto no puede quedarse así,” escribió Clara apenas se levantó y vio que en la calle no había nadie.

La calma en La Dolorita, en la zona sur de Petare, era insoportable en la mañana del lunes. En el barrio nadie daba crédito a la victoria de Nicolás Maduro que Elvis Amoroso, presidente del CNE, había declarado como “irreversible” con 20% de las actas de votación por procesar.

Al final de la mañana, se escuchaban puros cacerolazos y hasta plomazos en el aire del Distrito Capital y varias zonas populares de Caracas. Mientras la oposición procesaba las actas obtenidas el día antes para demostrar el fraude, las multitudes en distintos barrios no tardaron en salir a la ciudad a reclamar como suya la victoria de Edmundo González Urrutia.

El levantamiento—masivo, espontáneo y simultáneo—se extendió desde Petare, Catia, El Valle y las Minas de Baruta hasta las urbanizaciones de clase media. Los videos en redes sociales muestran cómo las multitudes llegaron a sitios como la Plaza O’Leary en el centro de la ciudad, que no había visto escenas de esta naturaleza desde abril de 2002.

“La situación está brava,” escribía Clara a golpe del mediodía, bajando a la ciudad con sus vecinos desde el barrio San Blas de Petare. “Pidiéndole mucho a mi Dios que esto termine, porque de lo contrario habrá una matanza.”

Las multitudes llegaron al Tribunal Supremo de Justicia, al Ministerio Público, y a los pies del cordón policial que protege a Miraflores. 

A lo lejos, mientras manifestantes y policías intercambiaban bombas lacrimógenas y perdigones con piedras, también se divisaba el Palacio Blanco, parte del complejo del palacio presidencial.

En un audio dirigido a la dirección del PSUV, Maduro convocó a las estructuras básicas del partido y a los simpatizantes chavistas que aún quedan a defender al régimen: “Coordinar con la Policía (PNB) y la Guardia (GNB) el establecimiento del orden,” dijo. “[Hay que] capturar a los cabecillas que estén al frente de eso. Hay que actuar de inmediato. Y candelita que se prende, candelita que se apaga.”

“En Catia bajamos casi todos. La idea era llegar al CNE para que nos dieran respuesta porque ya sabemos que Edmundo ganó con una diferencia arrolladora. En las colas de votación todos nos conocemos y sabemos la verdad,” dijo Luisa.  “Nos mandaron piquetes de Policía y Guardia Nacional, y nosotros igual seguíamos avanzando.”

La gente de La Silsa, Gramoven, Propatria, los Magallanes y demás sectores de Catia pudieron alcanzar la salida hacia la autopista Caracas-La Guaira, pero solo avanzaron una cuadra antes de ser contenidos por la Guardia Nacional Bolivariana y la Policía Nacional Bolivariana. Los grupos de choque del chavismo no tardarían en llegar.

“Al llegar los colectivos empezó lo feo. Robaron dos motos a los muchachos, golpearon a otro, y empezaron a echar plomo. Nosotros seguimos ahí hasta que no pudimos más, pero la gente salió y salió,” continuó Ivonne.

En la mañana del 29, cuando el Comando por Venezuela celebraba un triunfo de facto por más de 30 puntos de diferencia—y habiendo procesado 73% de las actas de votación—los manifestantes regresaron a sus casas bajo la mirada y el cañón de los colectivos y los cuerpos de seguridad.

Dos soberanías en conflicto total

El 28 de julio, el gobierno de Venezuela—de forma casi incomprensible, quizás producto de varios errores de cálculo—se expuso a la soberanía de su gente, en un ejercicio que en democracia busca expresar la voluntad de las mayorías para reconducir las instituciones. La realidad electoral, y el surgimiento del barrio como un nuevo agente de cambio, han sido una bofetada para el chavismo, obligándolo a asumir la versión de soberanía que mejor conoce Maduro, la que ha ejercido. Como diría el teórico camerunés Achille Mbembe, la máxima expresión de la soberanía chavista es poder dictar quién muere, a quién se encierra, y a quién se deja vivir.

Para el chavismo, la soberanía es el derecho a matar y a someter.

En un contexto donde cientos de miles de voluntarios se organizaron para vencer a Maduro en las urnas—sintiendo que era una lucha existencial contra el mal— y luego proteger la prueba de su voluntad colectiva, la represión desenfrenada desde el 29 de julio busca destruir el espíritu y el deseo de cambio que activó Machado en su campaña.

Para ello, a medida que se derribaban estatuas de Chávez y se vandalizaba la propaganda de Maduro, un régimen atrincherado en Miraflores y Fuerte Tiuna intentaba convencer a los mediadores internacionales de que el resultado dictado por Amoroso era impugnable, y encendía todos los motores de su máquina de guerra. Uno de ellos es una retórica fuera de proporción en su agresividad y sus alegatos, que ni siquiera pretende ser lógica. Maduro, Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez han dicho que quienes se les opongantanto opositores locales como gobiernos extranjerosno son más nazis o fascistas, y han descrito a los manifestantes como delincuentes drogados provenientes de Estados Unidos y células de la organización criminal Tren de Aragua. 

A una semana de la elección, Foro Penal había confirmado 1.102 arrestos, 170 de ellos en el Distrito Capital. El Monitor de Víctimas reporta 23 asesinatos hasta ahora. Los colectivos han sido señalados como responsables de al menos 9 homicidios, operando en abierta sintonía con agentes de seguridad del Estado.

Colectivos y redes de sapos

La represión hizo cambiar en pocas horas el mapa de calor de los sectores de Caracas que se levantaron el 29 de julio. “Cuando anochece todos nos tenemos que recoger, en Petare y aquí en Catia, que también es cuna de colectivos”, contó Luisa a Caracas Chronicles. “Podemos salir, pero desde las 6 nos tenemos que encuevar porque ellos no responden y lo matan a uno.”

Como fuerzas paramilitares que se creen parte de una guerra híbrida, los colectivos funcionan como el brazo armado del PSUV en las zonas donde el Estado chavista ejerce mayor control económico y social, sobre una población que ahora se ha volcado en su contra. Su función primordial: defender a plomo a sus protectores y financistas en el gobierno.

Su arremetida llegó hasta la puerta de las casas de quienes se alzaron. Un video que surgió ese día muestra a un motorizado grabándose mientras persigue a manifestantes y destruye barricadas mientras le dice a la cámara: “Aquí estamos preparados para defender la paz y nuestros principios. Nosotros queremos la paz, pero estamos preparados para la guerra. En Venezuela ganó nuestro presidente Nicolás Maduro. Los guarimberos corrieron a meterse dentro de las residencias. ¡Desde hoy tomaremos las calles, que siempre han sido nuestras, no de la oligarquía!”.

Los consejos comunales y lo que queda de las Unidades de Batalla Hugo Chávez—estructuras básicas del PSUV que han conformado una suerte de Estado paralelo chavista—tienen instrucciones de identificar, ubicar y señalar a los opositores que hayan denunciado el fraude en las comunidades.

Bajo esta lógica bélica, todo aquel que represente una amenaza para el poder es blanco de colectivos y fuerzas de seguridad: manifestantes en situación de resguardo, personas que hayan mostrado sus actas o denunciado el fraude en redes sociales, y líderes comunitarios y miembros de comanditos que hayan promovido y defendido el voto para Edmundo González.

El martes 30 en la tarde, dentro del 23 de Enero, la PNB se llevó detenidos a cuatro muchachos—tres de ellos adolescentes—que caceroleaban desde el piso 8 del Bloque 4 de la parroquia. Caracas Chronicles tuvo acceso a notas de voz enviadas por dirigentes de consejos comunales en distintas zonas del Distrito Capital. En un audio, una mujer llama a que “le metan plomo a los escuálidos” para tranquilizarlos: “Hasta que a Maduro le dé la gana de sacar al Ejército (…) Por lo menos a los colectivos los vi que andan dándole duro a ellos. Al que agarren lo van a descoñetar (…) y se esconden entre nuestros edificios.”

Una cadena de WhatsApp difundida a los vecinos de la parroquia San José, en el municipio Libertador, decía: “Hacemos un llamado a las madres, a las familias: aconseja a tus hijos y no le des la mano a la derecha. Luego ellos se lavan las manos y continúan sus viajes y derroches mientras nuestros jóvenes quedan involucrados con todo el peso de la ley. Luego no podemos estar llorando pa’l valle. Mujeres, a defender sus hogares y protegerlos ante planes desestabilizadores”, concluye el mensaje.

Una activista que organizó voluntarios opositores desde el oeste de Caracas el 28J fue contactada por Caracas Chronicles cuando ya había ingresado a la clandestinidad, igual que unos 11 colegas suyos. Los colectivos la fueron a buscar luego de que la oposición desconoció los resultados de Amoroso. Desde su escondite, la mujer envió videos que muestran cómo el CICPC y el DAET han asistido y relevado a los colectivos en la toma de los barrios.

El DAET, lo que reemplazó a las antiguas FAES, indica la continuación en clave crisis de la política de Maduro hacia los pobres, que progresivamente ha hecho todo por cercenar los derechos humanos y las condiciones de vida de los menos favorecidos. Mientras tanto, sostiene a una minoría opresiva de militantes partidistas, colectivos, administradores del CLAP, policías y personal de inteligencia con acceso privilegiado a redes institucionales y recursos del Estado.

Según el psicólogo venezolano Andrés Antillano, estas desigualdades intra-clase generan miedo, desconfianza y resentimiento dentro del barrio—donde los grupos pro-chavismo pueden imponer el status quo al señalar enemigos y ayudar a someter a la población descontenta.

Un patrón notable en esta ola de represión ha sido el ataque indiscriminado a jóvenes y adolescentes que solo conocen a Nicolás Maduro como presidente. 

Foro Penal reporta que 9% de los detenidos son menores de edad. Entre los 23 asesinados hasta ahora según el Monitor de Víctimas, 15 de ellos tenían entre 15 y 30 años. Cuatro de ellos eran adolescentes.

Para Luisa, los jóvenes en los barrios son los más interesados en un cambio de gobierno: “Ellos no se quieren ir de su país. Se inscribieron para votar por primera vez y sacar a Maduro.”

Tun tun, llegó el abuso

A las 9:00 pm del 6 de agosto, María Oropeza fue detenida arbitrariamente en su casa por la DGCIM, el cuerpo de inteligencia militar profundamente involucrado en las atrocidades que investigan ONGS e instituciones internacionales. “Están entrando en mi casa. No tienen orden de allanamiento. Están destruyendo mi puerta. Pido ayuda. Yo no hice nada malo. No soy una criminal. Sólo soy una ciudadana que quiere un país distinto,” dijo en un video en vivo que pudo transmitir mientras los agentes abatían la entrada a su propiedad. Un minuto después, la pantalla se puso negra.

María lideraba el equipo de campaña de González Urrutia en Portuguesa. Horas antes de que los agentes de la DGCIM invadieran su casa, ella advirtió en su cuenta de X sobre el peligro de la “Operación Tun Tun”, que describió como “persecución política contra los venezolanos que están defendiendo la verdad”.

La semana pasada, tarde en la noche, la DGCIM publicó un reel en su cuenta de Instagram anunciando esta nueva “campaña” y operación de seguridad, la “Operación Tun Tun,” acompañada del hashtag #SinLloradera. Parte de la letra de la canción decía “todo lo que has hecho saldrá a la luz” y “estás en nuestra lista.”

“Tocan tu puerta, y si no la abres, la tumban,” dijo un vecino de Quinta Crespo, en Caracas.

La “Operación Tun Tun” no es nueva. Diosdado Cabello la anunció por primera vez en su programa de TV “Con El Mazo Dando” en 2017, durante los tres meses de protestas, para perseguir a la gente que él consideraba “terroristas”. Esta vez, la DGCIM y otros cuerpos como el CICPC, dirigido por Douglas Rico, publicaron no sólo este video con la canción amenazante, sino también imágenes que contenían números de Whatsapp y Signal, pidiéndole a la gente que reporte allí si han sido “víctimas de campañas de odio físico o virtual en las redes sociales”.

Esta operación está dirigida a todos los que trabajaron el 28 de julio como testigos de la oposición o fueron parte de un “comandito”, los que han protestado, e incluso quienes han publicado material en redes para apoyar a González Urrutia o Machado, y expresar desacuerdo con el chavismo.

El sábado pasado en la noche, Cabello mostró en su programa a distintos venezolanos detenidos en todo el país en el marco de la “Operación Tun Tun”, usando el hashtag #LlegóLaPaz.

“Entran en las casas de quien hable mal de Maduro. Tienen toda la data: dirección, nombre, edad, todo,” dijo alguien de Puerto Cabello.

Otros organismos locales, como la Policía del Táchira, publican anuncios de “se busca” con fotos de jóvenes a los que acusa de ser “líderes guarimberos”. Incluso antes de las elecciones, Maduro advirtió que habría “un baño de sangre y una guerra civil fratricida causada por los fascistas” si él no ganaba. 

Alcabalas, toques de queda y vigilancia masiva

Además de allanar viviendas, la DAET, PNB, GNB y las policías locales han instalado alcabalas en la ciudades para inspeccionar los celulares de la gente. 

“Te amenazan y te piden el teléfono. Entonces te ordenan que abras tu WhatsApp y buscan frases clave como ‘hasta el final,’ María Corina Machado, comandito, etc,” reveló para este reportaje una persona de Caracas.

La vigilancia, la identificación y la persecución de ciudadanos se extienden a otras plataformas como Telegram. Figuras públicas y activistas han denunciado la existencia de varios canales de Telegram creados para publicar fotos de personas que actuaron en la organización electoral o en manifestaciones. Algunos de estos canales, como “Caza Guarimbas” o “Controla las Guarimbas”, fueron cerrados por la plataforma al ser reportados por promover la violencia.

Allí se podían leer mensajes como “Edmundo asesino” o ver fotos de jóvenes acusados de promover “odio en el país”.

Este clima de persecución ha cambiado el ambiente. La gente está borrando sus chats de WhatsApp, activando la desaparición de mensajes luego de 24 horas, y enviando información importante a familiares en el exterior para que corran la voz sobre lo que ocurre en Venezuela. Algunos han tenido que irse de sus casas para buscar dónde esconderse.

Esta situación también ha cambiado el modo en que la gente se reúne en las calles. Por ejemplo, durante la manifestación con María Corina Machado el sábado 3 en Caracas, los periodistas evitaban grabar los rostros de los presentes. Hasta Machado, quien venía de decir que temía por su vida en un artículo en The Wall Street Journal, apareció camuflada, con una capucha, subiéndose a un bus.

Solidaridad: Resistencia y estado de alerta en comunidad

En estas horas oscuras, es pertinente recordar una de las grandes lecciones de Hannah Arendt: el terror, ingrediente esencial del totalitarismo, busca someter a cualquiera—inocente o culpable, activista o espectador—para convertir a la población en una masa comprimida, desprovista de discurso alguno, agencia o capacidad de acción.

Entendiendo que la soledad y la desesperanza son caldo de cultivo para el totalitarismo, Maduro y su cúpula buscan romper los vínculos generados en la campaña electoral y aislar al pueblo de la causa democrática una vez más—y más aún a aquellos que directamente promocionaron y defendieron el voto en la elección presidencial.

¿Cómo se combate esto? Si el terror busca negar lo sucedido en las urnas el 28 de julio y la propia condición política de los electores, lo primero es actuar con la verdad en la mano, con la convicción de que repriman como repriman, el 28 de julio los venezolanos se expresaron con contundencia.

En segundo lugar—como ha dicho la dirigencia opositora—ser fuerte y resiliente no es solo estar en la calle expuesto y en protesta. Para mantenerse activo y hacer valer el voto, protegerse, mantenerse alerta y cuidar las energías será fundamental.

“Quieren intimidarnos para que no nos comuniquemos. El miedo no nos paralizará,” dijo Machado el sábado a los manifestantes en Bello Monte. “No se dejen intimidar, no se dejen deprimir ni desmoralizar por fuerzas que pretenden cortar nuestra comunicación y sembrar el miedo.”

Para quienes arriesgaron su pellejo en las últimas semanas, protegerse de la represión implica moverse entre casas ajenas y esperar a que alguna embajada en Caracas procese decenas de solicitudes de asilo.

“Estoy pidiendo ayuda internacional para ver si puedo refugiarme dentro de mi país, porque no me voy a ir,” contó otra activista de Petare contactada para este reportaje. En su organización, los cuerpos de seguridad han arrestado ya a tres personas. “Pero si no me la dan, yo tengo que seguir y salir a marchar. Maduro tiene que darse por vencido y entregar el poder. Que no haya más derramamiento de sangre.”

Para otros, quedarse en la calle todo el tiempo hasta el final es una tarea imposible.

“Ya queda de parte de Dios que esto acabe,” dijo Richard, quien trabajó como voluntario el 28 y salió a protestar desde Catia el 29. “En todos lados que he pasado con mi moto he visto que la situación está calmada. Nosotros acá ya dimos un paso importante.”